El que roba, no robe más, sino más bien que trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, a fin de que tenga qué compartir con el que tiene necesidad. (Efesios 4:28)
Existen tres niveles de cómo convivir con los bienes: (1) robar para obtenerlos; (2) trabajar para obtenerlos; o (3) trabajar para obtenerlos en orden de dar.
Son demasiadas las personas que profesan ser cristianos que viven en el nivel dos. Casi todas las fuerzas de la cultura que los rodea los instan a vivir en el nivel dos. Sin embargo, la Biblia nos empuja incesantemente hacia el nivel tres. «Dios puede hacer que toda gracia abunde para vosotros, a fin de que teniendo siempre todo lo suficiente en todas las cosas, abundéis para toda buena obra» (2 Corintios 9:8).
¿Por qué Dios nos bendice con abundancia? Para que tengamos lo suficiente para vivir, y luego para usar el resto en todo tipo de buenas obras para aliviar la miseria espiritual y física. Lo suficiente para nosotros; abundancia para los demás.
La cuestión no es cuánto gana una persona. Las grandes industrias y los salarios abultados son una realidad de nuestros tiempos, y no necesariamente son malos. Lo malo es dejarnos engañar y pensar que un salario de seis cifras debería estar acompañado de un estilo de vida de seis cifras.
Dios nos creó para que fuéramos conductos de su gracia. El peligro está en pensar que el conducto debería estar bañado en oro, que es algo que no debería suceder. Con el cobre es suficiente: es un metal que tiene la capacidad de transferir increíbles riquezas a los demás.
Devocional tomado del libro “Deseando a Dios», páginas 202-203